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El valor del optimismo

Al ver las noticias, nos vamos enterando del gran desastre que la pandemia provocada por el COVID-19 viene causando en muchos países del mundo. En estos momentos, se nos vienen pensamientos que muchas veces están cargados de preocupación y desaliento frente a tanta incertidumbre. Muchos cambios vienen sucediendo en las vidas de la familias, entre ellos la virtualización de la educación.

¿Qué les espera a nuestros hijos? ¿Cómo lidiarán con estos cambios? ¿Qué hacer para apoyarlos y que puedan seguir disfrutando del aprendizaje? Estas y otras preguntas más vienen haciendo millares de padres y muchos de ellos se dejaron llevar por el desánimo.

Una buena alternativa es ser optimista.

El optimismo es una actitud positiva frente a diversas situaciones de la vida, que nos impulsa a ver, sentir y planear desde una óptica favorable. Puede ser una cualidad propia de la persona, un rasgo de su personalidad, o también un estilo de vida, pero lo más importante es que puede ser aprendido.

¿Cómo aprendemos a ser optimistas?

El primer paso es entrenar una importante función ejecutiva llamada flexibilidad cognitiva. La flexibilidad cognitiva nos permite “pensar fuera de la caja” y ver las alternativas frente a los cambios que surgen de forma inesperada. Al ser cognitivamente flexibles, encontraremos de forma creativa soluciones y caminos alternativos, sin que nos cueste tanto a nivel emocional.

El segundo paso es entrenar la autorregulación emocional, esa capacidad de regular nuestros sentimientos y emociones para beneficiarnos y beneficiar a los demás, lo que nos llevará a mejores comportamientos y relaciones interpersonales, pero principalmente a desarrollar emociones positivas.

El tercer paso es silenciar  al narrador interno que solo ve el lado negativo de las cosas y poner manos a la obra para ver algo que va más allá de lo que veíamos anteriormente.

El optimismo nos lleva a planear de manera positiva nuestras acciones, nuestras metas. Permite equilibrar varias competencias emocionales y sociales como: autoestima, autoconfianza, comunicación efectiva, escucha activa, empatía, interacción y comprensión. Ayuda a gestionar de la mejor manera los pensamientos negativos y brinda predisposición para las buenas relaciones sociales, para el aprendizaje y para estudiar.

Cuando somos optimistas los “problemas” dejan de ser una barrera y pasan a ser situaciones que se pueden enfrentar, mejorar y transformar.

El pensamiento optimista permite un mejor  funcionamiento del cerebro tanto en regiones responsables de los estados emocionales y los sentimientos, como en aquellas regiones responsables de habilidades superiores como: planeamiento, juicio crítico o ejecución de lo planeado.

El optimismo es un excelente regalo, en primer lugar, para uno mismo y luego para los demás. Cuando somos optimistas, la química de nuestro cerebro es más estable y saludable.

Promover el optimismo es de suma importancia pues genera una corriente de pensamientos positivos en nosotros y en nuestros hijos y nos permite ver las cosas desde un punto de vista diferente.

 Autor: ASEDH

Colaboradora: Anna Lucia Campos

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