En busca de una educación más humana

¿Cómo calma el contexto social cuando quien o lidera es una persona que conoce a fondo a quien lidera?

Sabemos que el estado emocional, mental y anímico de un líder, así como la forma en que piensa y actúa influencian de manera significativa en su entorno social. Estar calmado tiene relación directa con la habilidad socioemocional denominada autorregulación.

El profesor jerárquicamente hablando, tiene el rol de liderar a sus estudiantes, y es de suma importancia que a lo largo de su vida laboral, continúe su formación y desarrollo personal, sobre todo, en lo que se refiere a sus propias habilidades socioemocionales.

Escuchaba a expertos de CASEL.ORG (2020) quienes compartieron las experiencias de trabajar las dimensiones social y emocional desde el civismo, y me hizo mucho eco a las palabras con las que inicié este texto.

Hilando mi experiencia como profesora de historia puedo afirmar que depende mucho del enfoque con que tomemos los eventos históricos y cómo podemos a través de ellos generar espacios para conversar y evaluar, cómo están nuestros estudiantes emocional y socialmente. La necesidad de realizar una evaluación del aspecto socioemocional de los estudiantes es ahora una acción importante a ser considerada al inicio del año escolar, pues solo teniendo consciencia de sus habilidades socioemocionales iniciales el profesor podrá intervenir en base a los resultados y medir el impacto que va teniendo su intervención, es decir ir evaluando el resultado para mediante la revisión o feedback haga los ajustes que atiendan de manera directa las necesidades encontradas.

Es pues tarea de todo líder entender que la dimensión social y emocional deben ser prioridad, si queremos apostar por la salud mental de todas las niñas, niños y adolescentes en todos los niveles de educación.

Resulta igual de prioritario formar y capacitar a la comunidad educativa (profesores, psicólogos y directivos) en este tema, y apoyarlos en la elaboración de un plan que se base en la investigación, el contexto y realidad de cada centro educativo, pues cada uno tendrá resultados variados en la evaluación de inicio por lo tanto el abordaje tendrá que ser ajustado a esa realidad.

Cómo lo señala Dehaene (2019) en su libro ¿Cómo Aprendemos? “A lo largo de su evolución, el cerebro de los seres humanos consiguió, y pulió, cuatro funciones de gran importancia que maximizan la velocidad con la cual extraemos información del entorno”.

1. La atención, que amplifica la información sobre la que nos concentramos.
2. El compromiso activo, un algoritmo que llamamos también “curiosidad”, y que incita al cerebro a evaluar constantemente nuevas hipótesis.
3. La revisión o feedback a partir del error, que compara las predicciones con la realidad y corrige los modelos que elaboramos acerca del mundo.
4. La consolidación, que automatiza y vuelve fluido lo que aprendimos, especialmente durante el sueño.

En base a esta propuesta de cómo aprendemos, quería hacer una reflexión sobre la íntima relación de las emociones y los afectos con los procesos cognitivos, como la atención. No podemos más actuar pensando que el aprendizaje es puramente cognitivo. Las evidencias actuales nos muestran que las emociones pueden ser guías cognitivas, impactar en aprendizaje y en desempeño académico, entre otros factores.

En este sentido, no solo debe estar actualizado el educador con estos aportes de la ciencia del aprendizaje, sino también debe actuar conforme lo que dice la evidencia, es decir, entender que sus emociones también son factor clave para el aprendizaje de los estudiantes y por ende, si está autorregulado, su estado de calma definitivamente va a influenciar de manera favorable en el clima emocional del aula.

Patricia de la Puente

Directora Académica del IMCE y ASEDH