La autorregulación es una capacidad que, al ser compleja, debe ser estimulada desde los primeros años de vida para diseñar las bases de esta en el cerebro. Su desarrollo toma tiempo, y depende en gran medida de la maduración de la corteza prefrontal que se da por una programación genética, pero depende de la práctica y voluntad de regular de forma intencional pensamientos, emociones y comportamiento. Asimismo, está mediada por diferentes factores, tanto internos como externos, que van a influenciar significativamente en su eficiencia.
Algunos de estos factores son el proceso de neurodesarrollo, nuestras diferencias particulares, las funciones ejecutivas, las emociones, las relaciones y el entorno social.
El proceso de neurodesarrollo, se pone en marcha desde la tercera semana después de la concepción, y nos diseña no solo como la especie humana, sino que nos dota de individualidad. Este sello individual, va a influir de manera significativa en la arquitectura y funcionamiento de nuestros cerebros, modelándonos como un ser humano único.
Si bien, su arquitectura y funcionalidad son propias de la especie humana, al modelarnos de manera única, podemos observar diferencias particulares en cuanto a los estados de ánimo, las emociones, los niveles atencionales, los niveles de energía, la flexibilidad frente a los cambios, la respuesta individual a las experiencias y al medio social, entre otras (Campos, 2020). Estas diferencias son el resultado de la relación dinámica entre los factores genéticos y ambientales.
Ya que el ambiente influye, y al ser el humano un ser social por naturaleza, el entorno y las relaciones sociales intervendrán en el entendimiento de datos sobre los comportamientos sociales y su impacto en la salud, así como en la convivencia social, la consciencia social y la calidad de los entornos. De esta manera, la autorregulación se ve influenciada por cómo entendemos los códigos sociales, en qué medida podemos entender al otro, así como las influencias culturales.
Por otro lado, el desarrollo de las funciones ejecutivas, nos permitirá estar mejor o peor autorregulados, ya que estas tienen relación con el poder controlar de manera voluntaria sobre nuestra mente con el fin de no dejarnos llevar por nuestros impulsos o hábitos automáticos. Esta relación bidireccional entre ambas funciones se explica así: si nuestras funciones ejecutivas no están desarrolladas de manera óptima, el desarrollo de la autorregulación tendrá más dificultades.
Finalmente, las respuestas psicofisiológicas de las emociones son particulares a cada persona, y aunque hay respuestas comunes como la aceleración del corazón, cambios en el ritmo de respiración, sudoración, entre otras, es fundamental conocer las características psicofisiológicas de las emociones para saber cómo autorregularlas en nosotros mismos, que a su vez nos ayudará a reconocerlas en los demás.
La influencia de estos factores puede facilitar el camino hacia la autorregulación u obstaculizarlo. Sin embargo, conocerlos y ser consciente de su influencia, nos ayuda a estar un paso más adelante hacia el desarrollo de esta capacidad.
Por Silvana Saroli
Miembro del Staff de la Asociación Educativa para el Desarrollo Humano y profesora del IMCE
Bibliografía consultada:
Campos, A. (2020). “Autorregulación y funciones ejecutivas. Edificando y desarrollando habilidades para toda la vida”.
Shanker, S. (2013). Calma, atención y aprendizaje. Cerebrum Ediciones.